viernes, 17 de febrero de 2012

Oh, Madición! (pt. 1)

Camina a paso seguro por Lastrarria, o así creo que se llama esa calle que va por un costado del cerro Santa Lucía. Sube la escalera al costado del túnel que abre dicha calle, y llegando a la Alameda, dobla hacia su derecha camino al paradero, número doce, si mal no recuerdo, a esperar la micro de recorrido 423 que lo llevaría regreso a su casa. Largo camino a su casa. Se encontraba trabajando, o haciendo negocios, o algún trámite por ahí cerca del cerro, o quizá en el barrio Lastarria, por Rosal. La verdad es que nunca entendí a qué se dedicaba en esos días, en los cuáles a veces se le encontraba semanas sin salir de su casa, y luego pasaba un día o dos caminando por el centro, siempre apurado de algo, por algo, queriendo llegar a un lugar, a juntarse con alguien. Le solía faltar el tiempo, y por lo mismo, nunca supe mucho de él, de lo que hacía. o de lo que quería llegar a hacer. 

Doblaba hacia su derecha en la Alameda, como he dicho, pasando al costado de unos tipos riendo a carcajadas de quién sabe qué (aunque no hay que ser muy inteligente para saber "porqué"), una pareja despreocupada del mundo que los rodeaba, que se besaban y se acariciaban, un par de señoras caminado por el paso descalzas, y un tipo que sentado en un árbol junto a un perro blanco sin correa miraba el horizonte tapado de edificios. A una media cuadra más adelante se veía una escena incómoda. había un tipo arrodillado en el pasto, dando la espalda a los autos de la avenida, junto con una joven. Casi junto a ellos, una señora fumaba un cigarro y observaba al resto de las personas pasar; vestía una falta colorida y floreada que le llegaba a los tobillos, una polera sin mangas color morada, y el pelo ondulado suelto hasta los hombros. Una señora de edad, unos cincuenta, quizás. Una gitana. Una vez avanzados unos pasos, observó que el tipo que estaba arrodillado no estaba con una joven, sino que con otra señora - menor que la otra -, también gitana, y había sido "atrapado" (estoy segura de que esa palabra es la que él habría utilizado). Analizó la situación: ya no podía subir en esa pequeña plazita al costado del cerro para evitar a la gitana que aguardaba por que alguien se le acercara, pero tampoco quería encontrarse con ella. Le quedaba rogar por que la señora no lo viese, y él lograse pasar desapercibido. Pero no fue así.

Desafortunadamente, él era el único pasando por allí en ese momento, y la gitana se le acercó inmediatamente. Le subió el volumen al reproductor de música, y bajó la mirada detrás de los lentes de sol. No prestó atención a las palabras de la gitana, y solo sintió la mano con las uñas largas de la mujer aferrándose a su brazo, y su propia voz resonando en su cabeza: "No, no. Estoy apurado, disculpe. Estoy apurado". Continuó su camino, y no se preocupó más por ello. Caso resuelto, quizá. Avanzada una cuadra, más o menos, cuando llegó a Miraflores, calle cortada por alguna reparación, se compró un jugo y un biscocho en un negocio. A pesar de que estaba consciente de que habría dejado a la gitana atrás, y habría evitado... lo que fuese que él quería evitar con la gitana, aún sentía la mirada de ésta en la nuca. Mientras el vendedor se perdía detrás de sus muchos productos de venta buscando el vuelto, él aprovechó para dar un rápido vistazo hacia atrás. Pero ninguna de las dos gitanas estaba ya en su lugar. 

(...)

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