lunes, 10 de septiembre de 2012

Suele ser peor.

Está a solo unos centímetros de mi. Lo sé, la veo. 

La distancia es tanta, pero está a solo unos centímetros. 

El brillo de sus ojos, mirando a los míos como si qué, como si nada, como si todo fuese tan normal, tan absurdamente normal. Sus mejillas, se contraen en una sonrisa estúpida, estúpida como ella. No, no es estúpida, es sabia, mucho, lo que suele ser peor. 

Suele ser peor. 

Sus mejillas. Siento su calor, su forma, su textura, su suave y maldita textura. Un calor tan...¿frío? No. Es solo un calor. Molesto, como suele serlo. Es un calor como el que suele entregar su cintura, su abdomen, sus muslos, o la forma de sus pechos. Sus ojos cuando me mira así, sonriendo, brillando, así. Frente a mí. Pero suele ser peor. 

Suele ser peor. 

Y estiro una mano. Son solo unos centímetros. ¿Serán veinte? ¿Veinticuatro? Si, unos veinticuatro centímetros. Estiro los dedos, quiero acariciar ese rostro maldito. Pero chocan. Es frustrante ver como chocan, sentir como chocan mis dedos en la pantalla. Mis dedos acarician la falsa textura de una pantalla led, que me muestra una fotografía sacada con Instagram  años atrás. Acaricio una pantalla. Sé que esa mirada maldita no es para mi. No era para mí. Una mirada fría, desinteresada, atrayente, maldita, maldita. Pero suele ser peor.

Suele ser peor. 

A. B. C.

No...
Hoy no...