sábado, 18 de mayo de 2013

Tiempo Estante

Aunque nos levantemos
una y otra vez a través de los días;
aunque caminemos
una y otra vez a través de los pasillos
largos, claros,
oscuros, cortos,
en busca de la palanca que nos quite
la grisácea sábana pesada,
en busca del artificio que nos despegue
de nuestras cabezas, frías como febrero,
la molesta comodidad de la almohada;

aunque el agua escurra
una y otra vez a través de grises tuberías,
frías como la mirada,
y nos quitemos el olor
(ese olor, es Ese olor);
aunque las ciudades se atesten
se aglomeren, se amasen,
se vuelvan, se caminen,
se transiten, se piensen,
se miren, así, o a sí,
se pinten, o se escriban
una y otra vez a través de mil quinientas
páginas de saga;
y se lean, y se miren,
y se piensen, de nuevo, y quizá;

aunque la música se escuche
y el cigarro se fume,
aunque el café se beba, y la cerveza,
aunque me escuches ahora,
o me escuches después,
o no me escuches, o yo que sé,
una y otra vez a través...
aunque se espere y se desespere,
aunque aquí y ahora,
aunque mañana y allá,
aunque deje de preguntar, aunque lo vuelva a hacer,

las aves ya no vuelan en invierno
por sobres las cabezas,
botando plumas sobre los pastos
y hojas de otoño,
y manzanas de ideas,

- y sus manos ya no giran así,
de uno a doce, ya no -.

Ya no se vuelve de las guerras a contar,
y ya no se vuelve a la guerra;
Ya no se ven manos que pasan,
y ya no corremos por correr;
Ya no hay sexo por placer,
y ya no nos place pasear por su finura,
por sus vueltas, y por que si,
por las líneas dibujadas por mano de poeta
en letra de maquina de escribir,
que nos abrasa, y no nos suelta;
ya no,
y ah... no.

Por que hemos dejado el tiempo sobre el estante
y desde allí nos mira;
hemos dejado el tiempo allí
en el estante viejo,
de madera añeja,
de color opaco,
acompañado de las arañas, y abrigado por las telas,
esas telas que no se barren, por que no se ven.
Hemos dejado el tiempo sobre el estante,
y desde allí nos mira,
aunque ya no se mire, ni se mide,
una y otra vez a través
del vuelo del ave que emigra y deja sus plumas
sobre las cabezas de la ciudad.